UNA CRÍTICA A LA HETERONOMÍA ÉTNICA DESDE LA CIENCIA FICCIÓN BOLIVIANA
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es
Communication dans un congrès
Este ítem está publicado en
Sexualité et democratie en contexte post-dictatorial. L’avenement du public et du privé au prisme des sciences sociales,, 2014-06-02, Madrid.
Resumen en español
En la historia boliviana reciente no existe una recomposición ciudadana post dictatorial comparable a la española que reconozca el derecho a la intimidad. Lo que sí existe es una recomposición ciudadana que reconoce el ...Leer más >
En la historia boliviana reciente no existe una recomposición ciudadana post dictatorial comparable a la española que reconozca el derecho a la intimidad. Lo que sí existe es una recomposición ciudadana que reconoce el derecho a la diferencia étnica. Este reconocimiento constitucional (CPE 1994, NCPE 2009) ha favorecido la multiplicación de etnicidades y su visibilidad en la esfera pública (en los años 50 se reconocían 3 etnicidades, en 2013 se reconocen 55). Sin embargo, la etnicidad aymara goza de mayor prestigio que las demás. Dicho prestigio no guarda relación con la importancia demográfica (30% de hablantes), sino con la retórica nacional boliviana que ha hecho de la “cultura aymara” una suerte de cuna de la identidad nacional. Entonces, más que una visibilidad de la diferencia étnica, estamos hablando de una visibilidad de la etnicidad aymara. El punto cúspide de este reconocimiento y visibilidad fue sin duda la elección de Evo Morales, primer “presidente aymara” de Bolivia (2005). Este fenómeno ha sido interpretado como el inicio de un proceso de “descolonización del poder”. De hecho descolonización es una de las principales políticas gubernamentales. Por ahora, se ha concentrado en temas educativos y religiosos. Esta política de “descolonización mental” se asemeja a una reeducación de los bolivianos en la epistemología y espiritualidad aymaras/andinas. Dicha reeducación sería necesaria para que las identidades étnicas puedan afirmarse plenamente y para que los conocimientos subyugados por el colonialismo puedan ser restituidos. Sin embargo, la descolonización no es tan sencilla. Suponiendo que existieran estas dos “áreas culturales” reificadas ¿cómo distinguir una “cultura aymara/andina” de una “cultura occidental” si ambas han estado en contacto por más medio siglo?Para responder a esas preguntas, evocaré, a manera de introducción, una primera reflexión sobre la universalidad de la cultura, evocando la “valencia diferencial de sexos” (F. Heritier). Para ilustrar esta noción mencionaré dos historias sobre la relación entre nacionalismo y maternidad, que muestran el lugar que la sociedad ha concedido a la mujer, tanto en las luchas inspiradas por el socialismo, como en los combates cuya teleología es la descolonización. Me interrogaré –en la primera parte- sobre la historia del ciudadano boliviano como proyecto bio-político. El hilo conductor de esta recomposición ciudadana pareciera no ser la sexualidad, como en el caso español, sino la “indianidad” entendida como categoría “racial”. Esa representación ha inspirado tres grandes modelos políticos en el siglo XX que buscan modificar la parte de indianidad de la cual es portadora el ciudadano boliviano ya sea para eliminarla diluirla o reivindicarla. Lo que intento poner en evidencia es que todos estos proyectos de construcción de la “raza nacional” se basan en un control de la sexualidad y la capacidad reproductiva de las mujeres. En la segunda parte, exploro la manera en que la esfera pública influye; en primer lugar, en la producción de identidades (étnicas, de género) y en segundo lugar, en la producción de identidades legítimas o disfuncionales. Para designar esta influencia de lo público sobre lo privado, la manera en cómo la voluntad individual está regida por imperativos que están fuera de ella, usaré la noción de heteronomía. Un buen ejemplo de la heteronomía étnica y de género es justamente el concepto de chachawarmi. Intentaré poner en evidencia la oposición maniquea entre una “cultura aymara” y una “cultura occidental”, a través de la deconstrucción de este estereotipo etnográfico (el chachawarmi) que caracteriza al “mundo aymara” como igualitario, colectivista y libre de la dominación masculina. En tercer lugar, evocaré la dificultad que tienen los intelectuales bolivianos para proponer un análisis de la “descolonización” y su teleología capaz de conciliar compromiso político y crítica constructiva. Y terminaré, hablando de una novela que –mediante la ciencia ficción- se inserta en los debates bolivianos acerca la descolonización del “mundo aymara”. Esta novela imagina como sería una sociedad boliviana liberada del neocolonialismo, del neoliberalismo y del poder estatal. La novela no presenta una imagen utópica. Más bien plantea lo que sucede en una sociedad cuando el poder contra-insurgente se institucionaliza convirtiéndose en el nuevo poder. En este caso, el poder está encarnado por una gerontocracia masculina de sacerdotes del sol que controla la epistemología y la espiritualidad de los miembros de la sociedad. Mi lectura de esta novela se ha concentrado en el personaje central. Saturnina Mamani Guarache: india, aymara-hablante, lesbiana, navegante espacial, líder de la organización indianista feminista separatista “Comando Flora Tristán” y conocida interplanetariamente debido a las acusaciones de terrorismo que pesan en su contra. Lo que propongo es una lectura de la caracterización de este personaje desde la perspectiva de la interseccionalidad.< Leer menos
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